domingo, 14 de marzo de 2010

Volver

Pero el viajero que huye
tarde o temprano
detiene su andar.

Y aunque el olvido
que todo destruye
haya matado mi vieja ilusión
Volver, Carlos Gardel

No sé si es la intuición o ese obsesivo pensamiento trágico lo que me ha acompañado desde que fui consiente de mi existencia, pero casi todos mis buenos y malos momentos los he anticipado incluso con años de antelación. Por momentos, me satisface construir mi propio camino, rechazar el pavimento, buscar una vereda olvidada, descubrir a extrañas criaturas... Pero hay ciertas premoniciones que no termino de perdonarme. No es que el factor sorpresa pudiese cambiar las cosas, pero por momentos me siento arrepentido de tomar el camino colmado de guijarros y de negarme a usar protección para los pies.

He conocido en mi vida dos maneras de recorrer el camino; ninguno sencillo pero el primero lo agoté, tal como hoy presiento agotado el segundo. Según una frase atribuida a Eistein, si uno desea resultados diferentes, no se debe hacer siempre hacer lo mismo. Tal pensamiento es parte del método científico y según puedo recordar Descartes en el Discurso del método también le atribuía a la reinvención ser la base para obtener los resultados deseados.

Estos días he buscado reinventarme y evitar un abismo al que siempre he temido. En algún momento se me ocurrió que podía sortearlo pero cuando me descubrí dándome la espalda a mí mismo me avergoncé de ser tan cobarde, porque eso no soy yo. Si de algo me enorgullezco es de ser necio, de combatir, de afrontar y de beber por completo el trago amargo. Muchos conocen mis palabras: "Conoce el cielo un minuto, a cambio de una eternidad en el infierno" Creo haber vivido un par de minutos el cielo y acepto tal cual las ulteriores consecuencias.

Me siento decepcionado sí, pero afortunadamente no de mí. Intenté hacer las cosas de manera diferente y no obtuve los resultados que deseaba. No importa, lo volveré a intentar, parafraseando a Descartes derrumbaré el edificio, echaré mano de arquitectos, lo reconstruiré a mi gusto.

No esperen que mi pensamiento trágico cambie, ni que de ahora en adelante me una al club de los optimistas, ni que me permita viajar a la deriva. Esperen y acepten lo que soy, un imaginante, un soñador que puede dar muchas cosas, aún sabiendo que recibirá a cambio bofetadas y vejaciones. Como dije, la intuición me lo anticipa, pero me enorgullece saber que lo intenté, que hice las cosas diferente, que no me rendí, o que no me salvé como dictó Benedetti.